Estimada Rebecca, queríamos empezar esta entrevista preguntándote si de niña ibas mucho en bicicleta o si, por el contrario, más bien te llevaban siempre en coche.
La verdad que no, que durante mi infancia y la escuela primaria fui mucho en bicicleta. Vivíamos en Colonia y todo estaba relativamente cerca, incluso podías ir a pie a muchos sitios si querías.

¿Cuándo llegó entonces el coche a tu vida?
Cuando mis padres se dieron cuenta de que gestionar las necesidades y las rutinas diarias de dos niños de diferente edad era misión imposible, y nos mudamos. Así que con 11-12 años el coche pasó a formar parte de nuestras vidas como si siempre hubiera estado allí, de manera natural. Cuando alcancé la mayoría de edad me saqué el carné de conducir, como todos los que me rodeaban, y empecé a ir en coche a todas partes. Es algo que ni te cuestionas, que simplemente haces porque es lo que conoces y a lo que estás acostumbrada.

En las entrevistas se te pregunta a menudo de dónde viene tu pasión por el tema de la movilidad. De Alemania no creo, ¿no?
¡La verdad que no! (dice riendo) El primer clic lo hice en Copenhague. Allí me di cuenta por primera vez de que la movilidad era un tema apasionante y de que había todavía mucho por hacer. En esa época yo estudiaba geografía, y habíamos ido de excursión con la universidad. Allí experimenté por primera vez en todos los sentidos lo que significa ir en bicicleta, desplazarse con este medio. Y también lo que significa realmente un buen desarrollo urbanístico.

A finales de 2021 te convertiste en la nueva presidenta de la ADFC, una asociación gigantesca con más de 200.000 miembros, alrededor de 11.000 voluntarios y 500 asociaciones locales. ¿Cómo te las apañas para conciliar este cargo con tus estudios?
Con una buena gestión del tiempo y una enorme dedicación y compromiso, algo que solo funciona si el tema realmente te apasiona; si no, es imposible. Como también lo sería si no contáramos con los 40 empleados y empleadas en plantilla que trabajan en nuestras oficinas de Berlín y Bremen y que se encargan de dirigir nuestra operativa diaria y de informar a la junta directiva. Pero sí, es mucho trabajo, y a veces tengo la sensación de no poder llegar a todo, sobre todo en lo que a mi vida privada se refiere.

Y es que, aparte de los estudios y la asociación, ¿te queda tiempo para dedicarte a cosas que te gusten?
Sí, sí, desde luego que sí. La Rebecca que hace deporte, que sale con los amigos o que queda para cenar está ahí, no ha desaparecido del todo. Y tengo claro que hay noches en las que no hay ADFC que valga, noches que me las dedico solo a mí. Esta necesidad de no quemarse es algo que también veo en el movimiento por el clima, donde nos dejamos la piel con cada acción y donde la necesidad de cuidarnos para no desgastarnos es fundamental.

¿Qué objetivos te has fijado para la ADFC?
La ADFC necesita modernizarse; ser más ágil, más diversa, más política. Y vamos a trabajar duro para lograrlo. Están pasando muchas cosas... Es una realidad. Hace poco habría sido impensable que una mujer joven como yo se pudiera presentar a este cargo y resultar elegida con un respaldo tan amplio como el que ha obtenido mi candidatura. Aunque, desde luego, queda mucho por hacer. Otros de los objetivos son ampliar la base de socios y de recursos, poner por escrito nuestra misión y explicar a la opinión pública quiénes somos, qué queremos y cómo podría ser este cambio de paradigma en la movilidad.

La última vez que una mujer ocupó la presidencia de la ADFC fue en 1986. ¿Crees que el liderazgo femenino puede aportar nuevos aires a la asociación?
¡Desde luego! Pero, sobre todo, juventud. En 1986 yo todavía no había ni nacido. Ahora tenemos una presidenta y dos directoras, y creo que este enfoque femenino es algo que ya se empieza a notar.

¿Antes todo era malo?
No, malo no, diferente. Ahora la forma de relacionarnos dentro de la asociación ha cambiado, y hemos puesto el foco en otros temas. Estaba claro que la asociación necesitaba un cambio urgente y que si queremos seguir siendo relevantes en el futuro necesitamos mucha más gente joven y muchas más mujeres en posiciones de liderazgo. Es importante encontrar un buen equilibrio.

¿En qué se diferencia la forma de moverse de mujeres y hombres?
No es tanto el sexo biológico, sino los roles de género. Seguimos viviendo en una sociedad patriarcal en la que los roles están muy marcados: el hombre sale de casa por las mañanas, coge el coche para ir al trabajo y regresa al acabar la jornada. Coge el coche, naturalmente, porque él es el que trae el dinero a casa y porque el camino hasta el trabajo es ideal para ir en coche. La mujer, por el contrario, se queda en casa, se ocupa de los niños y organiza las compras y demás tareas y gestiones domésticas. Las mujeres tienen que recorrer múltiples trayectos durante el día, más cortos, pero más intrincados, porque necesitan hacer varias paradas en diferentes puntos. Naturalmente, sin coche, porque el coche se lo ha llevado el marido para ir a trabajar.

Alemania no ha tenido nunca una ministra de Transportes. ¿La política de transportes lleva demasiado tiempo en manos de hombres?
¡Absolutamente! Es el patriarcado en estado puro. Muchos políticos y responsables de urbanismo no tienen ni idea del patrón de movilidad multimodal que siguen las mujeres en su día a día en el marco de los cuidados que prestan, porque esto no forma parte de su realidad. El modelo de movilidad de nuestra sociedad responde, por tanto, a las necesidades de un varón blanco. Así que creo que la sociedad está preparada para tener una ministra de Transportes.

¿Quién sería una buena candidata?
Katja Diehl, sin lugar a dudas. Y quizás después no me importaría nada tomar el relevo... ¡Pero es que hay miles de mujeres con talento de sobra para ocupar ese cargo! Lo importante es que se dé ese cambio de perspectiva, que no solo cambie la cartera ministerial, sino también todo lo demás.

El acuerdo de coalición del actual gobierno alemán ocupa 180 páginas, de las cuales solo se dedican cinco líneas a ciclistas y peatones. ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando lo leíste?
Pensé que era una auténtica miseria. Que dediquen tantas páginas a hablar del cambio a la movilidad eléctrica en el sector de la automoción y tan pocas al cambio de paradigma global que realmente necesitamos es, sencillamente, frustrante. Al menos el acuerdo incluye el compromiso de materializar el Plan Federal de la Bicicleta, que si se implementara al 100 % supondría un antes y un después. El problema es que el acuerdo no es vinculante y que no se sabe qué partes se implementarán ni cómo ni quién se encargará de hacerlo. El plan plantea aún muchos interrogantes.

¿Cuáles son para ti las piedras angulares de este plan?
Para mí son tres: la primera, la evidencia de que la Ley de Tráfico y Seguridad Vial está totalmente desfasada y no refleja ni la realidad actual ni las perspectivas de futuro. No debemos olvidar que nos enfrentamos a una crisis climática mundial sin precedentes. Debería obligarse por ley al sector de los transportes a mitigar esta crisis. En segundo lugar, para que la bicicleta se convierta realmente en una alternativa de transporte hay que destinarle muchos más recursos financieros. Y no me refiero a subvenciones ni a ayudas públicas puntuales, sino a una partida presupuestaria fija que permita a los municipios desarrollar planes al largo plazo, incluso a aquellos con ingresos bajos. Ya me explicarás tú qué grandes cambios se pueden planificar a tan solo tres años vista. En ese tiempo es imposible transformar una ciudad para que sea totalmente sostenible. La tercera y última piedra angular no tiene que ver ya tanto con el dinero, sino con los recursos humanos. Falta personal en todas partes y necesitamos técnicos urbanistas que puedan diseñar el tráfico de bicicletas. No puede ser que un país como Alemania, con semejante cantidad de bicicletas circulando, tenga que recurrir a urbanistas de Dinamarca y Holanda porque aquí no hay. Necesitamos más formación en este ámbito. Y necesitamos tener claro que la ingeniería de tráfico no solo debe enseñar cómo diseñar y planificar autopistas, sino también carriles bici protegidos y intersecciones protegidas.

Se han aprobado ayudas para todo aquel que se compre un coche eléctrico. A estas alturas, ¿no debería subvencionarse también ya la compra de bicis eléctricas?
Por lo general, se piensa muy poco en la bicicleta. Hace un tiempo exigimos una ayuda global a la movilidad que incluyera a los usuarios del transporte público e incluso a los usuarios de E-Bikes y bicicletas de carga. Con ella buscábamos fomentar una movilidad sostenible. Naturalmente, los coches eléctricos forman parte del cambio de paradigma, pero no lo son todo. Las personas han de poder permitirse una bicicleta eléctrica que, en definitiva, haga posible prescindir del coche.

Los propietarios de automóviles argumentan que hay determinados trayectos que, sencillamente, no pueden hacer en bicicleta.
Conozco a muchísima gente que sostiene exactamente lo contrario. Y es que muy a menudo lo de "Esto es imposible" quiere decir "No se me ocurre de qué otra forma hacerlo". Está claro que algunos de los trayectos que hacemos con el coche no son muy apasionantes para hacerlos en bicicleta, o simplemente son inviables, sobre todo en entornos rurales, donde no hay carriles bici. Y está claro que a veces hacemos compras muy voluminosas o que pesan mucho. Pero incluso en este tema he visto bicicletas de carga que no tienen nada que envidiar al maletero de un coche. Está claro que si uno quiere encontrar argumentos a favor del uso del coche no hay nada como irse a los extremos: "Pero si tengo que recorrer 400 kilómetros para recoger una lavadora, una nevera y un horno el mismo día... ¡necesito un vehículo!", me decía alguien una vez. Sí, claro, si yo tuviera que hacer algo así también utilizaría un vehículo... aunque lo alquilaría. Hay otras formas de hacer las cosas, y nuestra misión es explicar bien a la gente cómo conseguirlo para que no lo vean imposible.

¿Cuántas bicicletas tienes?
Una. (se ríe) Lo sé, lo sé, soy un bicho raro en el mundillo de los amantes de la bicicleta... Pero es que es verdad: solo tengo una bicicleta, una de trekking sin motor que compré de segunda mano y que me acompaña a todas partes.

Y tu primera bicicleta, ¿te acuerdas de cómo era?
No sé si existirá todavía ese modelo... Era una Puky Tigerente con ruedecillas. ¡No veas lo contenta que iba yo con ella! ¡Me encantaba! (dice riendo)

Muchas gracias por todo, Rebecca, ¡ha sido un placer!